sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Carrito o mochila para bebés?

Desde hace unos meses, varios de mis amigos están en periodo de "fork-exec" (tener niños). De repente descubres el maravilloso mundo de los carritos para niños. Es exactamente igual que elegir comprar un coche. Los hay convertibles, de ciudad, de campo, McLaren, rojos, verdes, de aluminio, titanio, plegables, con dirección asistida, 3G, navegador y algunos serán capaces incluso de cambiar al niño ellos solos.


Sin embargo, hay otra gran vertiente en el modo de transportar a los bebés por la gran urbe: las mochilas.



Yo personalmente, siempre he sido partidario de esta segunda opción, así que cuando se lo comenté a alguien con experiencia en esto de tener hijos (yo uno de ellos), me sorprendió con una respuesta propia de uno de los filósofos más influyentes de nuestro tiempo. Sonó a algo como esto:



Efectivamente. Fue algo así como: "estamos en el siglo XXI y tu estás retrocediendo... como los monos". Sin embargo, esa frase no es del todo desacertada. ¿Alguna vez hemos dejado de ser "monos"? ¿O debería decir "primates"? Lo repetiré una vez más (por si sois nuevos en este blog):

Vivimos en la era espacial con cerebros de la edad de piedra.

Si eres de los que cree en la evolución (porque hay gente que aún lo considera "sólo una teoría"), habrás oído que el hombre viene del mono. Esto no es estrictamente correcto. Los primates (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes) compartimos un abuelo común. ¿Esto nos convierte en monos? No, pero el ser humano (homo sapiens sapiens) ES un primate, tanto en constitución como en desarrollo, y buena parte de la antropología y la primatología se sobreponen en estudios que nos ayudan a comprender mejor al ser humano (como la volución del lenguaje autónomo, el tamaño de los grupos sociales, etc.).

¿Qué tiene que ver esto con los carritos de bebés y las mochilas?

Todo. Aunque un ser humano adulto pueda pasarse 10 horas sentado delante del ordenador, hablar media hora por teléfono y conducir durante 2 horas todos los días, en las primeras etapas de nuestra vida reaccionamos y necesitamos estímulos que hemos heredado de nuestros antepasados del pleistoceno. Menos iPhone y más antropología.

Un ejemplo de estas reacciones es el reflejo darwiniano. ¿Alguna vez habéis acercado vuestro dedo a la mano de un recién nacido? Este la agarrará con mucha fuerza, tanto que es capaz de sostener su propio peso nada más nacer. Este reflejo ocurre también en la planta del pie, que hace el mismo gesto de agarrar que la mano. ¿No os lo creeis? Abrid bien los ojos:



Estos reflejos en los recién nacidos son tan importantes que su ausencia o deficiencia son indicativos de enfermedades y lesiones neurológicas.

Estos reflejos se han relacionado con nuestros antepasados comunes al resto de primates, cuando el ser humano tenía suficiente pelo como para que las crías pudiesen agarrarse a la madre y transportarse o huir de depredadores fácilmente.

Fuente: ardeaprints

Así pues, parece que la forma natural de llevar a nuestros bebés debería ser pegados a nuestro cuerpo, ya que si presentan reflejos, y sobre todo teniendo en cuenta que su desarrollo neuronal no está maduro hasta el primer año de vida, debería ser importante proporcionarle estos estímulos para su correcto desarrollo.

¿Y qué pasa cuando no se hace?

Ahora os voy a presentar una de las historias más oscuras de la psicología, así que preparaos para escuchar algo que os revolverá las tripas.

En los años 40, René Splitz llevó a cabo un experimento en el que a 90-100 recién nacidos se les separó durante 2 años en dos diferentes instalaciones hospitalarias. Además, como control también se analizó a otros 34 bebés en sus propias casas. Los que estaban en hospitales tenían dos tipos de trato muy diferente.

Los del primer grupo fueron tratados por enfermeras en el más estricto entorno sanitario. Eran alimentados con biberones esterilizados, alimentados con un estricto horario, aislados del resto de niños y el ratio de enfermeras-niños era de 1:8 a 1:10.

Los del segundo grupo estaban cuidados por sus propias madres y otras madres, algunas de ellas incluso habían sido diagnosticadas como psicópatas o criminales. Sin embargo, aunque las condiciones no eran tan limpias como cabría esperar, los niños recibían una amplia atención, estaban en contacto con otros niños y el rato de madres-niños era de 1:2.

¿Qué paso con los niños? 

Los del segundo grupo tuvieron un desarrollo normal y adecuado según su edad. Pero los del primer grupo después del primer año comenzaron a mostrar los mismos síntomas que los monos de Harlow: dejaron de reaccionar hacia los otros y se mostraban esquivos y resistentes a nuevas personas, juguetes o objetos. Pasaban su tiempo golpeándose la cabeza, rascándose hasta producirse úlceras y retorciéndose. La mayoría tenía problemas psiquiátricos a pesar de las condiciones sanitarias.

Su condición física no era mucho mejor. A los 3 meses todos los bebés tenían problemas de salud. Splitz los separó en dos grupos según edad. Los más jóvenes tenían una mortalidad del 23% y los más mayores del 40%. Cuando se fueron haciendo mayores, los que sobrevivieron presentaron otros síntomás aún más preocupantes. Sólo 2 consiguieron hablar 2 palabras y casi ninguno podía alimentarse sólo. A partir de los 6,5 meses los bebés ya no sonreían. Los bebés que sobrevivieron hasta edades más avanzadas presentaron una baja capacidad intelectual, déficit de atención, timidez, psicosis y comportamientos sociales anormales.

En el libro Neurosociology, the nexus between Neuroscience and Social Psicology, David Franks nos explica qué salió mal en el experimento:

Mientras el bebé está en el vientre materno, está expuesto a todas las hormonas que forman parte de un sistema límbico sano (el de la madre): opiaceos, oxitocina, vasopresinas, norepinefrina y otros neurotransmisores del cuerpo de la madre. Cuando el bebé nace, su cerebro debe "aprender" a producir y regular todos estos neurotransmisores que conducen la actividad cerebral.

Cuando al bebé se le aísla, su cerebro produce glucocortisol como una respuesta al estrés. Esto activa la amígdala y su respuesta al miedo se incrementa, haciendo que llore. Normalmente cuando se coge al niño, este se calma, y es capaz de asociar esto con comportamientos propios como chuparse el dedo, lo que le permite desarrollar sus propios mecanismos para calmarse y regular él mismo los neurotransmisores que debe producir normalmente.

Sin embargo, si no lo cogemos, el bebé seguirá produciendo altos niveles de glucocortisol. Altos niveles de esta hormona están asociados a daños en el cortex prefrontal, que ya no podrá ejercer su función de regulación de la respuesta de la amígdala, con lo que la respuesta de esta será aún peor, liberando más clucocorticoides y empeorando el ciclo. Estos niveles anormales de GC también pueden afectar al hipocampo, reactivando recuerdos de miedo, realimentando aún más el proceso.

Esta persistencia en recuerdos "terroríficos" puede causar también lesiones en las áreas laterales y medias del córtex prefrontal. Daños en estas áreas están asociadas a la falta de control de impulsos, conductas antisociales y sociopatías. Estos daños en el lobulo prefrontal, especialmente en el área ventromedial, son el tipo de daños que Damasio estudio con pacientes como los "Phineas Cage modernos" en el libro El Error de Descartes.

¿Y qué pasa cuando en lugar de negar nuestros orígenes evolutivos, los aprovechamos?

Pues en el otro extremo, tenemos los programas de madres canguro en países como México, en los que a los bebés prematuros se les expone a un contacto directo con mas madres durante periodos de tiempo, en lugar de aislarlos en incubadoras como hacemos en el "primer mundo".


Los niños participantes en estos programas tienen un aumento de peso y tamaño mayor que aquellos que no participan en el programa, mejorando sus probabilidades de vida y su desarrollo. Podéis leer el artículo que describe los resultados si queréis más detalles.

Después de todo esto, y escuchando los argumentos que hasta ahora he encontrado, mi opinión es que es mejor llevar a nuestros hijos pegados a nuestra piel y que escuchen nuestra respiración y nuestros latidos que no en un carrito tapados con plásticos y mantas como si fuesen camillas de hospital.

Ya tendrán tiempo de vivir en la era espacial cuando crezcan, pero hasta entonces, dejémosles ser lo que son:

Bebés de primate, hijos de Homo Sapiens.

3 comentarios:

  1. Buen artículo, bastante técnico. Parece una buena teoría, pero, je je, veremos si tus riñones, espalda y brazos pueden soportarla ;D Ninguna cría de animal es como el ser humano, todas nacen bastante más desarrolladas y, algunas, simplemente como un adulto en pequeño. Ninguna necesita cremas, biberones, pañales, alimentos para alergias, etc. Si necesitan escuchar el latido y la respiración, puedes (y existe en el mercado medios) hacer que lo oigan mientras caminan o duermen. De hecho, hoy, en la Feria del Bebé, una empresa de Ecos 3D/4D nos ha ofrecido grabar todo el ambiente del bebé cuando está en el vientre y montarlo en un CD de 20 minutos, para ponérselo al bebé para relajarlo. También, nos ha comentado que algunos hospitales, en la sala donde tienen a los bebés, les ponen esos sonidos como música ambiente. Y, aunque hoy en día los niños estén muy mimados (en muchos casos, en exceso), gracias a ese exhaustivo control e higiene, la tasa de mortalidad infantil es muy pequeña. Habría que ver de dónde salen todos los problemas de intolerancias alimentarias y alergias que parecen estar explotando últimamente.
    En resumen, creo que es una teoría muy interesante, pero poco práctica en el mundo actual en que vivimos. Antiguamente, cuando los bebés se criaban con la madre o no había apenas desplazamientos, sería bastante más fácil llevarla a cabo.
    Saludos.

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  2. Gracias por el comentario Dario!

    Como dices, es un artículo técnico. Aunque sea muy "pro mochila", seguramente cuando me toque a mi, a los 4 meses acabaré comprándome un carrito o haciéndome un transplante de lumbares ;)

    Con respecto al CD, conozco a gente que le pone Marea y Extremo Duro al niño para dormirlo... No sé si será lo mismo que el CD de los sonidos del vientre materno, pero habrá que probarlo todo, ¿no?

    Como he puesto en el artículo, lo importante es conocer como funciona y aprovecharlo, como en el caso de los proyectos canguro. Por supuesto que el carro es en ocasiones necesario, pero creo que hay casos en los que se abusa de él, o prácticas como las de "dejar llorar al niño" pueden tener efectos adversos en su desarrollo. Aunque seguro que hay gente que sabe mucho más de esto que yo :)

    ¡Ya seguiremos hablando de esto, que llevas más estudiando que yo del tema!

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  3. Bueeeno... a ver un bebe no necesita cremas basta con limpiarles con agua para respetar el ph de la piel, no necesita biberones porque para eso esta el pecho de la madre, los pañales si que los necesita (que se le hace, no creo que tengamos paciencia como algunas tribus para lidiar con ello), y los alimentos para alergias y demas se les puede dar estando sobre el pecho del portador. Se ha demostrado que los sucedaneos para el latido y respiracion no tienen el mismo efecto sobre la salud del bebe, ellos a pesar de ser pequeños entienden la diferencia. Y sobre exceso de mimos, no te vendria mal leer: amar sin miedo a malcriar ;)
    PD: me ha encantado el articulo :)

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