Hoy he encontrado dos noticias, que hablan del peligroso índice de obesidad y diabetes en la población actual tanto de España como de la mayoría de los países occidentalizados.
Estamos muy bien hechos, pero aquí hay que distinguir entre una adaptación evolutiva y un subproducto. Una adaptación es un rasgo que surge como una respuesta a una presión del entorno y que confiere una ventaja reproductiva y de supervivencia a aquel que lo posee.
La adaptación en este caso es que comer nos produce placer (la dopamina y el núcleo accumbens son respectivamente la hormona y el centro del placer principal del cerebro) y además, no comer nos produce ansiedad (de nuevo la serotonina es la culpable de esto también). Pero ¿cuánto placer? No es lo mismo comer una manzana, un trozo de brócoli hervido, un filete de buen jamón o una napolitana de chocolate. Supongo que todos estamos de acuerdo en que no es lo mismo.
En el escenario en el que el ser humano ha evolucionado, había algunas cosas que estaban a su alcance y otras en las que tenía que invertir más energía para conseguir. Todas ellas tenían un balance de energía positivo, es decir, que la energía que obtenías al comerlo era superior a la que gastabas consiguiéndolo. De no haber sido así, no hubiesen surgido adaptaciones para motivarnos a conseguir cierto tipo de alimentos.
El hecho de que algunos alimentos requieran más energía que otros ha hecho que el placer que obtenemos al comerlos sea mayor en aquellos más escasos y costosos, pero a la vez más calóricos (por lo del balance de energía positivo). Por eso, una loncha grasienta de jamón es más apetecible que una patata (sin condimentos), y una patata es más apetecible que una hoja de acelga.
Esto estaba muy bien hasta que surgió la agricultura y la ganadería. En ese momento el hombre comenzó a disponer de azúcares provenientes de los cereales de cultivo y de carne y grasa de los animales de ganado sin tener que salir a cazarlos durante días. Sin embargo, aunque el coste de obtención de esa energía disminuyó considerablemente, podemos decir que en la edad de bronce los trabajos que se ejercían no eran para nada sedentarios.
Con la revolución industrial y económica se fueron cambiando los trabajos más físicos por otros más especializados y sedentarios, además de que la invención de la televisión y el ordenador personal han hecho que cada vez pasemos más tiempo sentados. Y entonces, vas al supermercado a comprar comida y te encuentras con esto:
Manzanas a 1,85€, 1,69€, 1,59€... Bueno, no está mal. Pero giras la cabeza y te encuentras con esto:
Una exposición de productos azucarados, grasientos e hipercalóricos con etiquetas de 1€ en la mayoría de ellos.
¿Cuál de estos productos me va a dar más placer? Por supuesto, el más grasiento y calórico que haya (una pista: no es verde). ¡Y además es más barato! (Tu cerebro no va a ponerse a pensar cuanto vale realmente un kilo de palmeras de chocolate, sólo ve la etiqueta de "1€" y lo compara con la etiqueta de "1,59€" de las manzanas).
Esto es un subproducto evolutivo, y es la principal causa de obesidad y diabetes en las sociedades occidentales. El coste la comida y el aporte calórico está totalmente distorsionado con lo que debería ser, o por lo menos, con lo que nuestro espera encontrar según el escenario evolutivo en el que ha vivido al menos los últimos 6 millones de años.
La próxima vez que compres una barrita de chocolate en la máquina del café, entres a una tienda de frutos secos y salgas con una palmera de chocolate o te pares delante del estand de bollería del supermercado, pregúntate: ¿Cuánto tendría que haber corrido un hombre de la edad de piedra para conseguir el equivalente en calorías de lo que voy a comer? Si no te salen las cuentas, muy seguramente, estás engordando.
-ACTUALIZACIÓN-
A partir de unos comentarios de Facebook sobre el artículo, decidí ampliar este tema y otros más en un segundo artículo sobre la evolución de como hemos acabado comiendo lo que comemos y por qué.
También he visto una noticia de hoy en El País en la que hablan de unas conclusiones publicadas en el British Medical Journal por un grupo de expertos de Oxford que proponen incrementar con impuestos del 20% el precio de las comidas y bebidas no saludables. El objetivo de esto sería precisamente lo que trataba en este artículo: aumentar el coste de los productos hipercalóricos para hacerlos menos accesibles para adecuarlos mejor al escenario evolutivo al que el ser humano está adaptado, de forma que la gente consuma menos este tipo de alimentos y mejore la dieta.
¿Por qué estamos engordando? ¿Tan mal hechos estamos?
La adaptación en este caso es que comer nos produce placer (la dopamina y el núcleo accumbens son respectivamente la hormona y el centro del placer principal del cerebro) y además, no comer nos produce ansiedad (de nuevo la serotonina es la culpable de esto también). Pero ¿cuánto placer? No es lo mismo comer una manzana, un trozo de brócoli hervido, un filete de buen jamón o una napolitana de chocolate. Supongo que todos estamos de acuerdo en que no es lo mismo.
En el escenario en el que el ser humano ha evolucionado, había algunas cosas que estaban a su alcance y otras en las que tenía que invertir más energía para conseguir. Todas ellas tenían un balance de energía positivo, es decir, que la energía que obtenías al comerlo era superior a la que gastabas consiguiéndolo. De no haber sido así, no hubiesen surgido adaptaciones para motivarnos a conseguir cierto tipo de alimentos.
El hecho de que algunos alimentos requieran más energía que otros ha hecho que el placer que obtenemos al comerlos sea mayor en aquellos más escasos y costosos, pero a la vez más calóricos (por lo del balance de energía positivo). Por eso, una loncha grasienta de jamón es más apetecible que una patata (sin condimentos), y una patata es más apetecible que una hoja de acelga.
Esto estaba muy bien hasta que surgió la agricultura y la ganadería. En ese momento el hombre comenzó a disponer de azúcares provenientes de los cereales de cultivo y de carne y grasa de los animales de ganado sin tener que salir a cazarlos durante días. Sin embargo, aunque el coste de obtención de esa energía disminuyó considerablemente, podemos decir que en la edad de bronce los trabajos que se ejercían no eran para nada sedentarios.
Con la revolución industrial y económica se fueron cambiando los trabajos más físicos por otros más especializados y sedentarios, además de que la invención de la televisión y el ordenador personal han hecho que cada vez pasemos más tiempo sentados. Y entonces, vas al supermercado a comprar comida y te encuentras con esto:
Manzanas a 1,85€, 1,69€, 1,59€... Bueno, no está mal. Pero giras la cabeza y te encuentras con esto:
Una exposición de productos azucarados, grasientos e hipercalóricos con etiquetas de 1€ en la mayoría de ellos.
¿Cuál de estos productos me va a dar más placer? Por supuesto, el más grasiento y calórico que haya (una pista: no es verde). ¡Y además es más barato! (Tu cerebro no va a ponerse a pensar cuanto vale realmente un kilo de palmeras de chocolate, sólo ve la etiqueta de "1€" y lo compara con la etiqueta de "1,59€" de las manzanas).
Esto es un subproducto evolutivo, y es la principal causa de obesidad y diabetes en las sociedades occidentales. El coste la comida y el aporte calórico está totalmente distorsionado con lo que debería ser, o por lo menos, con lo que nuestro espera encontrar según el escenario evolutivo en el que ha vivido al menos los últimos 6 millones de años.
La próxima vez que compres una barrita de chocolate en la máquina del café, entres a una tienda de frutos secos y salgas con una palmera de chocolate o te pares delante del estand de bollería del supermercado, pregúntate: ¿Cuánto tendría que haber corrido un hombre de la edad de piedra para conseguir el equivalente en calorías de lo que voy a comer? Si no te salen las cuentas, muy seguramente, estás engordando.
-ACTUALIZACIÓN-
A partir de unos comentarios de Facebook sobre el artículo, decidí ampliar este tema y otros más en un segundo artículo sobre la evolución de como hemos acabado comiendo lo que comemos y por qué.
También he visto una noticia de hoy en El País en la que hablan de unas conclusiones publicadas en el British Medical Journal por un grupo de expertos de Oxford que proponen incrementar con impuestos del 20% el precio de las comidas y bebidas no saludables. El objetivo de esto sería precisamente lo que trataba en este artículo: aumentar el coste de los productos hipercalóricos para hacerlos menos accesibles para adecuarlos mejor al escenario evolutivo al que el ser humano está adaptado, de forma que la gente consuma menos este tipo de alimentos y mejore la dieta.
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